martes, 20 de octubre de 2015

Tú que eres poesía.

Y decirte que deseé que durmieras para siempre, 
para poder pasar otra vida entera observándote entre las sábanas.
 También, que me encanta que me dispares a quemarropa 
cuando aún sigo perdida en el código de barras de tus pestañas.
Que sería bonito ser marinera y patrón del barco de tu locura,
pero más bonito sería naufragar en la bahía de tus piernas.

Que eres equilibrio, tormenta y el crujir de las hojas en otoño.
Es por eso por lo que las velas tiemblan, porque sienten frío cuando te vas.
Que hay poetas encubiertos que escriben por las noches,
y luego estás tú, que eres poesía.
Que es mejor hablarte en versos, porque prefiero quedarme sin palabras 
si es tu boca la que impide pronunciar otra cosa a la vida.

lunes, 19 de octubre de 2015

Un poquito de mi.

Siempre he creído que es mejor callarse que mentir, y que puestos a hablar, la única opción es decir la verdad. Y yo quiero contaros algo, prometo no cruzar los dedos.

Dejé de tener ganas de enseñar mis escritos, que no de escribir. Por eso, seguí escribiendo y dejé de enseñar.

Nunca he despegado los pies del suelo ni me he creído mejor que nadie, jamás me consideraría por encima de ninguna persona, y creo que quien me conoce un poquito, puede dar fe de ello.

Tampoco diría que soy escritora, si os soy sincera, no creo que sepa escribir, lo que sé es contar historias. Historias personales, con sentimientos personales y hechos reales que me han pasado a mí o han salido de los poros de mi piel. De mi piel, nunca de otra. Eran palabras que necesitaba sacar fuera de mi cuerpo, era el único modo de desahogarme; desahogarme era la única razón, el único motivo.

Creo que por eso, en su día, llegué a tantos oídos.

Puede que ningún catedrático diga nunca que lo que yo escribo sea poesía, pero nadie podrá decir que lo que yo escribo no es verdad.

Nunca quise ser conocida ni seguir ninguna moda, de hecho, cuando tuve la oportunidad de serlo, decidí quedarme quieta, muy quieta y desaparecer. De eso vosotros sois testigos. Era algo que iba en contra de todos mis principios.

Y estos puntos he creído conveniente aclararlos antes de nada. 

¿Os apetece un café? ¿Un té? 

Yo un bombón con leche fría y un hielo, por favor. 

Tenía ganas de volver, echaba de menos esto, a vosotros, a todas esas personas que sin conocer siento que conozco, pero toda historia tiene un pero. No me considero una persona lo suficientemente fuerte como para hacer oídos sordos a según qué comentarios o echar la vista a un lado en según qué situaciones.

Hablo aquí de la batalla entre lo que hacía y hago público y lo que intento mantener privado.

Tengo suerte, muchísima suerte. También tengo que decir esto muy alto y muy claro. Nunca me he topado con nadie con malas intenciones ni con nadie que hiciera o dijera algo con el fin de hacer daño, pero lo cierto, es que hay veces, en que ni yo misma logré trazar una línea lo suficientemente clara como para separar esas dos fronteras.

Vuelvo a repetir aquí lo que he dicho hace un par de frases: echaba de menos esto, echaba de menos las letras.

Y por eso, por esto, mientras aprendo a volver a abrirme el corazón sin salir herida, todo lo que escribo, se queda en mi habitación. Pero con fecha de salida.

Y mientras esa fecha se hace cada vez más cercana, quiero seguir contándoos cosas al oído, siempre que queráis, claro.

En los últimos diez meses he leído prácticamente más que en los últimos cinco años de mi vida, y me muero de ganas por enseñaros algunos de esos libros que en su día cayeron en mis manos y hoy quiero que caigan en todas las vuestras.

Esta es una pequeña parte de mi.